jueves, 22 de diciembre de 2011

Extraño día este 22 de diciembre

Desde hace algún tiempo, cualquier día 22 de diciembre, despierta acompañado de tristeza y alegría. Una mezcla de sabores que difícilmente pueden ir de la mano salvo cuando la vida misma te la impone. Triste porque tal día como hoy desapareció una niña que aún amamos infinitamente y alegre porque la Navidad nos impone superar estos fosos de angustia inyectándonos los ánimos necesarios para continuar.

Hace algún tiempo que el canto de los niños de San Ildefonso se escucha desde otra perspectiva. Es como la campanilla del hipnotizador que te despiertas en el momento en el que estabas haciendo algo que tu conciencia no controlaba. Me alegro de la llegada de la Navidad. A mi padre no le gustaba mucho, pero se despertaba muy temprano para anotar los premios y revisar sus inmensas listas de participaciones. Un año tan solo. Te hecho de menos.

Algún tiempo atrás hubo una persona cuya alma padecía los estragos del dolor y la angustia. El camino continúa, pedregoso y con curvas muy cerradas, pero ahí está. Al menos tenemos camino por donde transitar.

Tiempo, eso es lo que se necesita para perdonar al destino. Una jornada para calmar el dolor y amar, un verbo que hemos de abonar día tras día para los que sobrevivimos. Sólo pido un poco de tregua y que el 22 de diciembre quede atrás acompañado de buenas ilusiones y esperanzas de un nuevo día.

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